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"De Macabi Somos"

jueves, 14 de febrero de 2013

Inseguridad:¿Causas o consecuencias?


MESA DE CAFÉ


MESADECAFE.tif
Remo Erdosain
Otra vez volvieron los calores y esta vez de la mano de amenazas de tormenta.
-En Santa Fe las tormentas pasan de largo comenta Abel mirando al cielo y con el pocillo de café en la mano.
-No estés tan seguro responde Marcial- los últimos desastres en la ciudad han venido de la mano de tormentas y temporales.
-Problemas para Corral y sus amigos dice José indiferente.
-Problemas en todo caso para al gente replico.
-A mí se apresura a contestar José- las tormentas me preocupan, pero en el fondo me tienen sin cuidado porque no es mucho lo que se puede hacer con ellas. A mí, en realidad, lo que me preocupa es que en un fin de semana haya tres o cuatro muertos. Por ese camino esta ciudad empieza a ser inviable.
-¿No te parece que estás exagerando? digo.
-Si la ciudad o la provincia fueran peronistas estarían largando sapos y culebras contra la inseguridad y contra un gobierno que no la garantiza, pero como no es así, el que exagero soy yo.
-Mirá interviene Abel- esta semana llegó mi cuñado de Río de Janeiro. Comparado con la Argentina o Santa Fe, esto es el Edén y eso que ahora en Río, según se dice, hay un gobernador y un intendente que empezaron con la mano dura y el tema se está empezando a resolver.
-¿Qué es lo que están haciendo? pregunto.
-Según me dijo mi cuñado todo es muy sencillo. Aplican la misma cantidad de violencia que la que practican los delincuentes. Hablan de un shock de seguridad para poner punto final a un shock de inseguridad.
-Eso es atacar el problema en la superficie, pero no van a las causas.
-Lo que le dijeron allá es que ese es un verso agotado.
-¿Cuál?
-El de que hay que ir a las causas. Las causas se conocen y no hay mucho más que decir sobre ellas, pero lo que hay que resolverle a la gente son las consecuencias, las consecuencias que operan en tiempo presente, porque lo que a la gente la pone loca son los crímenes, los asaltos, las violaciones. A un vecino no le hace perder el sueño un cargamento de cocaína o un asalto al banco, lo que lo desequilibra y lo pone loco es que le entren a su casa, que a su mujer un tipo le robe la cartera, que a su hijo cuando va a jugar a la plaza le roben las zapatillas o que lo maten para robarle un celular. Son esas pequeñas raterías las que generan la llamada sensación de inseguridad. Si se resuelve eso, más de la mitad del problema está resuelto. Después llegarán los sociólogos para discutir los llamados problemas de fondo, pero ningún gobierno si se respeta a si mismo puede decirle a la gente que hay que esperar dos o tres generaciones para terminar con la inseguridad.
-¿Por qué dos o tres generaciones?
-Porque es el tiempo que se tardaría, si todo anda bien y todo se hace bien, para disponer de una sociedad donde supuestamente no haya más pobres, ni más resentidos ni más marginales con ganas de vivir de lo ajeno y de agredir a lo ajeno.
-Yo creo que los amigos de la mano dura puntualizo- simplifican las cosas.
-Y a lo mejor haya que simplificarla -acota Marcial-, a la gente hay que darles respuestas efectivas y simples, la complejidad existe pero ése no es un problema práctico, en todo caso es una exigencia académica.
-Las respuestas pueden ser simples, pero las causas siempre son complejas, y el arte político consiste en traducir a lo simple lo que es complejo -señalo.
-Lo que dice mi cuñado insiste Abel- es que en Brasil movilizaron a la policía y al ejército, fuerzas que entraron a las favelas y se instalaron allí.
-Algo así en la Argentina sería imposible afirma Marcial.
-¿Y se puede saber por qué?
-Porque no tenemos ese tipo de delincuencia, porque no tenemos ese tipo de ejército y porque no tenemos gobernantes decididos a tomar medidas de ese tipo. Además, ya me imagino a las llamadas instituciones de derechos humanos poniendo el grito en el cielo porque el ejército está en la calle y a un ratero le pegaron un coscorrón algo fuerte.
-Sos el reaccionario de siempre -le dice José a Marcial, que asiente con la cabeza sin dejar de sonreír.
-Yo creo que la diferencia con Brasil, México o Colombia es que ellos tocaron fondo -apunto.
-¿Hay que esperar tocar fondo, para hacer algo?
-Según enseña la historia contesta Marcial- pareciera que es así. Los pueblos reaccionan cuando tocan fondo, antes se dedican a elaborar excusas, a mirar para otro lado o a conformarse diciendo que la realidad es compleja.
-Tu cuñado dirá lo que dirá le digo a Abel- pero el otro día estuvo en Santa Fe un amigo que vive en México desde hace treinta años y viene de vez en cuando por acá a visitar a sus padres. Siempre que llega me llama por teléfono y nos vamos a cenar a algún lado o a tomar un café. Lo cierto es que la otra noche me comentaba que está pensando seriamente en venirse a vivir a Santa Fe porque -según sus propias palabras- esta ciudad, comparada con México, es una maravilla.
-¡Vos tenés cada amiguito! exclama Marcial sin disimular su sonrisa.
-Mirá le explico- es un docente serio, un tipo que tiene los pies bien puestos sobre la tierra y que no tiene ningún interés en disimular lo que pasa en un lado o en otro. Simplemente ocurre que, comparadas con México, la Argentina o Santa Fe son un vergel.
-Es su punto de vista sentencia Abel.
-Por supuesto que es su punto de vista refirmo-, pero es un punto de vista reforzado por datos objetivos. Observá las listas de crímenes en México, comparala con la Argentina y vas a arribar a la misma conclusión que mi amigo.
-Yo creo dice José- que no tiene mucho sentido comparar a la Argentina con México en estos temas.
-Cuando a ustedes les conviene todo se puede comparar, pero cuando no, empiezan a encontrarle pelos a la leche y se transforman en los campeones de la relatividad.
-Insisto en que la comparación que hay que hacer es histórica, se trata de comparar el presente con el pasado. Pero nuestro presente con nuestro pasado. Yo conocí una Santa Fe en la que se podía caminar sin sobresaltos, en la que uno salía y dejaba la puerta sin llave porque sabía que nadie iba a entrar, que no era necesario andar con el Jesús en la boca como ahora.
-Por primera vez en mucho tiempo coincido con vos dice Abel, mientras le da una palmada en la espalda.
-Puede ser que ésa sea la comparación a hacer expreso-, siempre y cuando sea una comparación seria, porque si vos mirás los archivos de los diarios te vas a dar cuenta que siempre hubo violencia y siempre hubo gente quejándose de la inseguridad. Yo no creo que el pasado haya sido una maravilla.
-Yo, como buen conservador, siempre creo que el pasado fue mejor que el presente y el futuro -se jacta Marcial.
-No comparto -concluyo.

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